LECCIÓN 332
El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.
1. El ego forja ilusiones. 2La verdad desvanece sus sueños malvados con el brillo de su fulgor. 3La verdad nunca ataca. 4Sencillamente es. 5Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. 6El perdón invita a esta presencia a que entre, y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. 7Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. 8Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y proporcionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.
2. Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. 2El miedo lo mantiene aprisionado. 3Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. 4Padre, queremos liberarlo ahora. 5Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. 6Yno queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad.
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
El miedo
y la falta de perdón están estrechamente relacionados. Según el Curso, nuestro
miedo está basado en nuestra culpa. Nuestro miedo primario es al castigo porque
creemos que hemos obrado mal. Nuestra creencia de que hemos pecado produce
culpa, y esa culpa produce miedo. El miedo nos “aprisiona”. Es una emoción que
paraliza. El perdón, que elimina la culpa, nos libera.
La
creencia en el pecado es la ilusión en la que se basa el ego. Todo lo que el
ego hace es ilusorio (1:1), y no real. La verdad, con su sola presencia, hace
desaparecer las ilusiones del ego (1:2-5). Si existe la ilusión de un muro en
frente de nosotros, conocer la verdad (en este caso, que no existe tal muro),
nos permite “atravesar” el muro. No hay necesidad de destruir el muro
derribándolo, simplemente lo hacemos desaparecer con la verdad.
La
verdad acerca de nosotros es que somos inocentes. El perdón no destruye el
pecado y la culpa. No tiene que hacerlo. Simplemente los hace desaparecer con
la verdad. El perdón invita a la verdad a que entre en la mente “y a que ocupe
el lugar que le corresponde en la mente” (1:6).
“Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia
futilidad” (1:7). Cuando estoy afianzado en mi propia culpa, mi mente parece
que no puede nada, incapaz de lograr nada en absoluto. No puedo creer en mi
propio poder porque creo en mi debilidad. El poder que Dios me dio en mi
creación parece que no existe. Parezco frágil, arrastrado por circunstancias
que están más allá de mi control.
Cuando practico el perdón, me doy cuenta más
rápidamente de la libertad y del poder de mi mente. Cuando me doy cuenta de que
la imagen de pecado que estoy viendo en mi hermano es mi propia invención y que
puedo elegir verle de manera diferente (que esto está dentro de mi poder, y que
no depende de nada fuera de mí) estoy reclamando mi herencia como Hijo de Dios.
Con mi perdón libero al mundo de culpa. ¡Tengo el poder de perdonar pecados!
Tengo el poder de liberar al mundo de sus cadenas, y ese poder es el poder del
perdón.