"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Un milagro es una corrección. No crea, ni cambia realmente nada en absoluto. (1:1-2)
El
milagro corrige, no crea. No hace nada nuevo, simplemente
arregla una valoración equivocada de lo que ya soy. Como dice la Lección 341,
ya somos inocentes. No necesitamos hacernos inocentes. Todo lo que necesitamos
hacer es dejar de atacar nuestra inocencia.
Pensamos
en el milagro como un cambio sorprendente en la manera en que son las cosas.
Pero tal como el Curso lo ve, un milagro no cambia nada. Simplemente elimina
una falsa percepción (interpretación). Elimina la capa de pecado y culpa que
hemos puesto sobre nuestra inocencia, y muestra la inocencia sin cambio que
hemos intentado ocultar.
Un
milagro a menudo tiene efectos externos, aunque no siempre:
Los milagros son expresiones de amor, pero puede que
no siempre tengan efectos observables. (T.1.I.35.1)
Cuando hay efectos que se pueden ver, algo dentro de
la ilusión parece cambiar, a menudo completamente. Alguien que estaba enfermo,
se cura. Dos personas que estaban en guerra, de repente firman la paz. Pero eso
es el efecto del milagro, no el
milagro en sí mismo. El efecto sólo muestra en la forma lo que siempre ha sido
verdad en la realidad: la persona “enferma” siempre ha sido completa, los
amigos “en guerra” siempre han estado unidos como una sola mente. Los efectos
observables nos muestran que la forma nunca ha sido real, pero el milagro es la
percepción que lo vio antes de que
fuera un efecto que se pudiese ver, y al darse cuenta de la falsedad de la
ilusión, cambió la ilusión.
Simplemente contempla la devastación y le recuerda a la
mente que lo que ve es falso. (1:3)
El
milagro mira a la ilusión y le recuerda a la mente que es una ilusión. Vemos “devastación” en este mundo, pero el milagro
nos recuerda que lo que vemos es falso. Vemos la mente deformada por la culpa
de una persona, el milagro nos recuerda que no es real como tampoco sus
aparentes efectos, y nos permite ver la plenitud e inocencia de la persona
detrás de la ilusión que presenta al mundo.
(Un milagro) Corrige el error, mas no intenta ir más allá de la
percepción, ni exceder la función del perdón. (1:4)
Un
milagro está relacionado con la percepción, no con la revelación directa.
Produce un cambio en mi percepción, deshaciendo mis errores de percepción
(interpretación).
El contenido perceptual de los milagros es la
plenitud. De ahí que puedan corregir o redimir la errada percepción de carencia.
(T.1.I.41:1-2)
Cuando
mi mente experimenta un milagro, veo la plenitud en lugar de la carencia. Con
relación al “pecado”, que es una percepción de carencia de amor en alguien, el
milagro hace que vea su amor en lugar de su “pecado”. Le veo como completo, en
lugar de cómo alguien a quien le falta algo. El milagro deshace mi error, pero
no intenta ir más allá. Los milagros ocurren en el reino de la percepción y del
tiempo, no intentan llevarme al reino del conocimiento y de la eternidad.
Corrigen mi percepción pero no dan conocimiento. “Se mantiene, por lo tanto,
dentro de los límites del tiempo” (1:5).
El Curso
aclara esto repetidas veces, debe ser importante. ¿Qué lo hace tan importante
para nosotros? Esto: Cuando empezamos un camino espiritual, nos podemos
preocupar en exceso. Queremos que un milagro nos lleve inmediatamente al reino
del espíritu. Queremos un arreglo rápido. Pero no podemos hacer un cambio
directamente de la percepción falsa al conocimiento puro. Tenemos que pasar por
la etapa de corregir la percepción. No podemos saltarnos pasos. El Texto lo
dice claramente: “…la percepción tiene
que ser corregida antes de que puedas llegar a saber nada” (T.3.III.1:2). Para
eso es para lo que están los milagros: para corregir nuestra percepción. Cuando
nuestra percepción se ha corregido, Dios puede llevarnos el resto del camino de
la percepción al conocimiento.
Una percepción redimida se convierte fácilmente
en conocimiento, pues sólo la percepción puede equivocarse y la percepción
nunca existió. Al ser corregida da paso al conocimiento, que es la única
realidad eternamente. (T.12.VIII.8:6-7)
No obstante, (el milagro) allana el camino para el retorno de la intemporalidad
y para el despertar del amor, pues el miedo no puede sino desvanecerse ante el
benevolente remedio que el milagro trae consigo. (1:6)
“El benevolente remedio” del milagro, al corregir nuestra percepción,
“allana el camino” para el regreso al conocimiento completo. Sin el
deshacimiento de nuestra percepción falsa, nos opondremos al conocimiento y
rechazaremos el amor, tendremos miedo de él. Por ejemplo, nuestra percepción
deformada del amor cree que el amor significa sacrificio, y que el Amor total
significaría sacrificio total. Por lo tanto, huimos de él, le tenemos miedo.
Esas interpretaciones tienen que ser cambiadas antes incluso de que estemos
dispuestos a dejar que el amor verdadero despierte dentro de nosotros. Debido a
que el milagro elimina el miedo, abre el camino al amor. Pone fin a nuestro
rechazo, elimina la interferencia.
Una de las lecciones que se
repiten con mayor frecuencia en el Curso es que dar y recibir son lo mismo:
“Dar y recibir son en verdad lo mismo” (Lección 108). Esta lección, una de las
más importantes de las que el Espíritu Santo quiere enseñarnos (es la primera
lección del Espíritu Santo, en el Capítulo 6: “Para poder tener, da todo a
todos”), es también para nosotros una de las más difíciles de aprender porque
es lo contrario de nuestra manera de pensar habitual.
En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se recibe como
uno. (2:1)
Para recibir un milagro,
tenemos que darlo; para darlo, tenemos que recibirlo. Recibir un milagro y dar
un milagro son una cosa, no dos. Muchos de nosotros nos liamos intentando
entender si primero tengo que perdonarme a mí mismo para poder perdonar a otro,
o si tengo que perdonar a otro antes de poder perdonarme a mí mismo. La
respuesta es sí y no, a las dos preguntas. Para perdonarte a ti mismo tienes
que perdonar a la otra persona, pero para perdonar a la otra persona tienes que
perdonarte a ti mismo. Son una misma cosa. Parecen ser dos acciones distintas
pero no lo son, son una misma acción porque mi hermano y yo somos un solo Ser.
Dentro del tiempo, a menudo puede parecer que una acción ocurre antes, pero en
realidad ocurren al mismo tiempo.
“Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la verdad, que el mundo no
acata porque no la entiende” (2:2). Pienso que “la ley de la verdad” es lo
mismo que “la ley del amor” de la de la que se habla en la Lección 344: “lo que le doy a mi
hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. Si hiciéramos nuestro este pensamiento completamente, estaríamos
fuera de aquí, con el programa de estudios aprendido. Un milagro demuestra esta
ley, nos muestra una representación gráfica de ella. Cuando ofrezco un milagro
a un hermano, observo su devastación y me doy cuenta de que lo que estoy viendo
es falso (1:3). Estoy viendo su plenitud, en lugar de la ilusión de su
carencia. El hecho de que yo lo vea en él se lo hace ver a él mismo, si quiere hacerlo. Y cuando recibe el
milagro, yo soy bendecido. Se me
recuerda quien soy.
El mundo no obedece esta ley
ni la entiende. Desaprender la manera de pensar del mundo acerca de esto es lo
que el Curso llama “el deshacimiento del
concepto de ‘obtener’” (T.6.V(B).3:1). L e llama a esto el primer paso en la
inversión de la manera de pensar del ego (invertir, darle la vuelta). Los
milagros son importantes para nosotros porque nos demuestran esta ley, nos
ayudan a conocer mediante la experiencia que dar es recibir, que conservo lo
que quiero al darlo a otros.
El milagro invierte la percepción que antes estaba al revés, y de esa
manera pone fin a las extrañas distorsiones que ésta manifestaba. (2:3)
Las
percepciones que hemos aprendido del ego están al revés, y un milagro invierte
esas percepciones y las pone bien de nuevo. Tal vez ésta es una referencia de
cómo funciona la vista física. En la vista física, la imagen proyectada por la
lente de nuestros ojos está verdaderamente al revés. La mente literalmente
aprende a ver la imagen invertida como si estuviera al derecho. En un
experimento a las personas se les daban gafas que invertían la imagen, de modo
que en la retina aparecía del derecho, la gente veía todo como si estuviera al
revés. Sin embargo, después de varios días la mente se adaptaba y veía todo de
nuevo del modo correcto. Cuando les quitaron las gafas, ¡la gente veía entonces
las cosas como si estuvieran del revés!
Por
ejemplo, la percepción de que lo que doy, lo pierdo, está completamente al
revés; la verdadera percepción me muestra que lo que doy, lo conservo.
Percibimos lo que es falso, pero nuestra mente ha aprendido a interpretarlo
como la verdad. Vemos ilusiones y pensamos que son reales, creemos que la
realidad es ilusoria. Tenemos miedo al amor, y amamos el miedo. Pensamos que la
culpa es buena, y que la inocencia es culpabilidad. Un milagro invierte todo
esto, corrige nuestra percepción, invirtiendo nuestra comprensión. El cambio en
la percepción es lo que acaba con la distorsión (deformación) en lo que se está
manifestando (es decir, lo que estamos viendo en la forma).
“Ahora la percepción se ha vuelto receptiva a la verdad” (2:4). Cuando el
milagro invierte mi percepción y pone fin a la deformación, puedo percibir la
verdad (o su reflejo con exactitud). Mientras no se corrija la percepción, la
verdad no puede entrar.
“Ahora puede verse que el perdón está justificado” (2:5). Ésta es quizá la
inversión más total de todas. Una de las ideas más firmes del Curso es que el
perdón está justificado. Si pensamos
en el perdón desde el punto de vista del ego, lo vemos como librar a alguien del
castigo sin ninguna razón, “fruto de la bondad de nuestro corazón”. El Curso
dice que tenemos todas las razones para perdonar. Está totalmente justificado
(T.30.VI.2:1). Lo que no está justificado es el juicio, la condena y la ira
(T.30.VI.1:1). Esto es algo que no puede aprenderse a través de la lógica
(aunque es completamente lógico). Cuando vemos nuestra condena a alguien como
justa, así es como lo vemos. No sirve de nada que intentemos razonar nosotros
para verlo de manera diferente, no funciona. Tampoco podemos “obligarnos” a
nosotros mismos a hacerlo. Si intentamos forzarnos a “perdonar” mientras
seguimos viendo culpa, nos sentimos como si no fuéramos honestos con nosotros
mismos.
Cuando
Le entregas tu percepción al Espíritu Santo y Le pides ver tal como Él ve, Él
te da Su percepción. Simplemente aparece en la mente. Literalmente ya no ves
ninguna razón para condenar, y sí todas las razones para dar amor. Tu ira,
perfectamente justificada hace un momento, ahora ya no existe. Es como el
cambio que ocurre cuando miras al dibujo de un Ojo Mágico (donde una imagen de
tres dimensiones se esconde en una de dos dimensiones) o una ilusión óptica. Lo
estás mirando sólo por un lado, de repente lo miras por el otro. Y cuando lo
miras por un lado, no puedes verlo por el otro. Así es el milagro. Invierte tu
percepción. Estabas viendo un lado, ahora ves el otro. No puedes hacer que
“suceda”, pero cuando sucede, lo sabes.
Un
milagro corrige la percepción, y los milagros están en el perdón. Cuando
miramos con los ojos de Cristo, miramos con misericordia y con amor, miramos
con perdón. Y entonces, “repartimos” milagros a todos los que contemplamos con
esa percepción corregida. No es sólo que algo cambia en nuestra mente o que
nuestra percepción se vea afectada, algo se transmite o “llega” de nosotros a
aquellos a los que contemplamos. Aquí, y en muchos lugares del Curso, un
milagro parece tener un aspecto en el que algo pasa de mi mente perdonadora a
otras mentes. Se dice que los milagros son “interpersonales” (T.1.II.1:4).
Cuando acepto el perdón en mi mente, para mí mismo o para otro, se extiende a
otros. Ciertamente, extenderlo es el modo en que lo acepto:
Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por
medio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a otros.
(T.1.I.21:1-2)
La
frase “aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el
de bendecir”, me recuerda la historia de la Biblia acerca de José y sus
hermanos. Debido a que era el favorito de su padre, sus hermanos le vendieron
como esclavo para Egipto, pues estaban celosos de él Pero debido a su habilidad
para interpretar los sueños del faraón, José alcanzó un gran poder en Egipto.
Años más tarde durante una época de hambre, su familia vino a Egipto buscando
comida, y José era el hombre que estaba al mando de las provisiones de comida.
En lugar de vengarse de ellos, José les dijo:
Para salvar vidas Dios me envió delante de vosotros… O
sea que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios. (Génesis
45:5, :8)
Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó
para bien. (Génesis 50:20)
Cuando
hemos recibido el perdón en nuestros corazones, podremos ver bendiciones en
lugar de acciones que otros hacen para perjudicarnos. “Aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”.
Encontramos eso cuando el Texto dice:
Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por
sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las percibes correctamente, son capaces de traer amor a
tu conciencia. (T.12.I.6:2)
Y
ciertamente, ese tipo de percepción
es un milagro.
Cada azucena de perdón le ofrece al mundo el silencioso milagro del
amor. (3:4)
El amor
es el verdadero milagro.
Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de
amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este sentido todo lo
que procede del amor es un milagro. (T.1.I.3:1-3)
La azucena significa un
regalo de perdón que yo le doy a un hermano. Cada vez que ofrezco este regalo,
estoy ofreciendo el Amor de Dios al mundo entero. Estoy abriendo una puerta y
permitiendo que el Amor se extienda a todo el mundo a través de mí. Dondequiera
que ese río de Amor llega, la vida florece, y ése es el milagro.
Y cada una de ellas se deposita ante la Palabra de
Dios, en el altar universal al Creador y a la creación, a la luz de la
perfecta pureza y de la dicha infinita. (3:5)
El
regalo de perdón que le doy a mi hermano es también un regalo que Le hago a
Dios. Mi agradecimiento a mis hermanos es mi regalo a Dios. Al reconocer Su
creación, Le reconozco a Él. Abrirme a esta corriente de Amor es la fuente de
la perfecta pureza y de la dicha sin fin. No hay nada tan gozoso como un
corazón amoroso.
Al principio el milagro se acepta mediante la fe, porque pedirlo
implica que la mente está ahora lista para concebir aquello que no puede ver ni
entender. (4:1)
Fe, sí, Un Curso de Milagros pide fe, al menos
al principio. “Al principio el milagro se acepta mediante la fe”. Éste es un
significado bastante tradicional de la palabra “fe”. El Diccionario Americano
Heritage define fe como: “Creencia que no se basa en pruebas lógicas o
evidencias materiales”. Y eso es lo que se nos está pidiendo. Se nos pide que
recibamos el milagro (el cambio de percepción, la visión de la inocencia de mi
hermano) sin ninguna “prueba o evidencia material”. Se nos pide que
contemplemos la devastación (como la enfermedad, o el daño hecho por las
acciones no amorosas de alguien) y que creamos sin “prueba o evidencia
material” que lo que vemos es falso.
Esto no
es fácil de hacer: creer en algo que no podemos ver. Y sin embargo, si nuestra
percepción falsa nos ha cegado a la realidad, y ahora estamos percibiendo las
proyecciones de nuestra propia mente en lugar de la verdad, entonces está claro
que la verdad ahora es algo que no podemos ver. Y puesto que lo que nuestra
mente elige ver es lo que ve, la mente tiene
que cambiar antes de que podamos percibir correctamente. Tenemos que elegir
cambiar nuestra mente antes de que veamos
la evidencia, porque para que el
milagro se manifieste, nuestra mente primero tiene que estar “lista para
concebir aquello que no puede ver ni entender”. En otras palabras, tenemos que
tomar una decisión basada en la fe: tenemos que decidir ver algo que ahora no
podemos ver ni entender.
Esto me
recuerda mucho a aquellas lecciones del comienzo del Libro de Ejercicios,
Lecciones 27 y 28: “Por encima de todo quiero ver” y “Por encima de todo quiero
ver las cosas de otra manera”. Esa elección tiene que hacerse antes de que
podamos ver. Para poder ver, tenemos que querer
ver. Ésa es la fe de la que aquí se habla. Es una elección, una decisión que
tenemos que tomar. Tenemos que querer
ver a nuestro hermano como inocente. Tenemos que querer sólo amor. Tenemos que estar dispuestos a ver las cosas de
manera diferente. Únicamente entonces veremos milagros.
Tiene
que haber fe antes de un milagro: el deseo de verlo, la elección de pedir lo
que no puedes ver, y creer que la percepción de nuestro ego es falsa. Pero
cuando surge esa fe, cuando estamos en nuestra mente milagrosa, esa fe
demostrará que está justificada y lo confirmará:
No obstante, la fe convocará a sus testigos para demostrar que aquello
en lo que se basa realmente existe. (4:2)
Cuando pongo mi fe en un
milagro, habrá evidencia y testigos para probar que verdaderamente existe
aquello en lo que pongo mi fe. Por ejemplo, cuando estoy dispuesto a mirar más
allá del ego de mi hermano y ver la llamada de Dios en él, algo sucederá que me
demostrará que la llamada de Dios en él está ahí realmente. Quizá mi perdón se
encontrará con el agradecimiento. Quizá mi respuesta de amor encontrará el amor
volviendo a mí. Quizá veré una chispa de luz en alguien en quien jamás lo creí
posible. La fe traerá sus testigos.
Y así, el milagro justificará tu fe en él, y probará
que esa fe descansaba sobre un mundo más real que el que antes veías: un mundo
que ha sido redimido de lo que tú pensabas que se encontraba allí. (4:3)
Mi
voluntad de creer en la presencia del amor me mostrará la presencia del amor.
Veré lo que elijo ver. Veré que el mundo del espíritu es más real que el mundo
de la materia. La enfermedad será reemplazada por la salud. La tristeza será
reemplazada por la alegría. El miedo será reemplazado por el amor. Y donde
creía ver pecado y maldad, veré santidad y bondad.
Es el
cambio de mi mente lo que trae un mundo diferente. Es mi voluntad de invitar al
milagro la que le abre el camino. Los cambios del mundo que veo no son el
milagro, sino sus resultados. El milagro trae
testigos, muestra un mundo diferente del que pensé que era. Aunque primero
tiene lugar el cambio de mi mente, la fe. Luego los testigos de la fe, justificándola,
confirmándola.
Con
crudas imágenes, esta sección se refiere a nuestro mundo como “un mundo árido y polvoriento, al cual criaturas
hambrientas y sedientas vienen a morir” (5:1). Más de una vez, el Curso dice
que vinimos a este mundo para morir, buscábamos la muerte al venir a un lugar
donde todo muere. Por ejemplo: “Viniste
a morir, por lo tanto, ¿qué puedes esperar, sino percibir los signos de la
muerte que buscas?” (T.29.VII.5:2) “El
factor motivante de este mundo no es la voluntad de vivir, sino el deseo de
morir” (T.27.I.6:3). Vinimos como resultado de la culpa, creyendo en nuestro
propio pecado y buscando nuestro propio castigo. Vinimos porque de algún modo,
según la retorcida lógica del ego, la muerte es la última prueba de que hemos
logrado separarnos de Dios. Inventamos este mundo como un lugar en el que
morir, y luego vinimos a morir en él.
Pero “los
milagros son como gotas de lluvia regeneradora que caen del Cielo” en este
mundo reseco que hemos inventado, y los milagros lo convierten en un paraíso.
Ahora (las criaturas hambrientas y sedientas) tienen agua. Ahora el
mundo está lleno de verdor. (5:2-3)
Los
milagros transforman el mundo de muerte que inventamos en un lugar de vida. El
Capítulo 26 del Texto, en la Sección IX
(“Pues Ellos Han Llegado”), amplía las mismas imágenes:
La sangre del odio desaparece permitiendo así que la hierba vuelva a
crecer con fresco verdor, y que la blancura de todas las flores resplandezca
bajo el cálido sol de verano. Lo que antes era un lugar de muerte ha pasado a
ser ahora un templo viviente en un mundo de luz. Y todo por Ellos. Es Su Presencia la que ha elevado nuevamente a la
santidad para que ocupe su lugar ancestral en un trono ancestral. Y debido a Ellos los milagros han brotado en forma
de hierba y flores sobre el terreno yermo que el odio había calcinado y dejado
estéril. Lo que el odio engendró Ellos lo han des-hecho. Y ahora te encuentras
en tierra tan santa que el Cielo se inclina para unirse a ella y hacerla
semejante a él. La sombra de un viejo odio ya no existe, y toda desolación y
aridez ha desaparecido para siempre de la tierra a la que Ellos han venido.
(T.26.IX.3:1-8)
Nos abrimos a los milagros
cuando nos abrimos al perdón y al amor, cuando nos abrimos a Dios. “Ellos” en
esta sección del Texto se refiere al rostro de Cristo (ver la inocencia de
nuestros hermanos) y al recuerdo de Dios. Cuando nos permitimos ver el rostro
de Cristo en nuestros hermanos, vuelve el recuerdo de Dios. Cuando eso sucede,
el terreno “yermo y calcinado” de este mundo se convierte en un jardín, en un
reflejo del Cielo.
Al abrir
nuestra vida a los milagros, el mundo se transforma.
Y brotan por doquier señales de vida para demostrar que lo que nace
jamás puede morir, pues lo que tiene vida es inmortal. (5:4)
Los
milagros demuestran la inmortalidad. No la inmortalidad del cuerpo, sino la
inmortalidad del amor, que es lo que somos (Enseña sólo amor, pues eso es lo
que eres”, T.6.I.13:2; “Sólo lo eterno puede ser amado,
pues el amor no muere”, T.10.V.9:1). Es la inmortalidad del pensamiento, y el
Curso también enseña que somos el Pensamiento de Dios eterno y que nunca
cambia. El Curso afirma valientemente que la muerte no existe, que la vida y la
inmortalidad son lo mismo (“lo que
tiene vida es inmortal”). Entonces, según esa lógica, el cuerpo no tiene vida
porque no es inmortal, y por eso el Curso nos enseña: “(El cuerpo) no nace ni
muere” (T.28.VI.2:4). “El cuerpo ni vive ni muere
porque no puede contenerte a ti que eres vida” (T.6V(A).1:4)
Los milagros nos muestran
que no somos cuerpos, que la mente es más fuerte e importante que el cuerpo:
Si la mente
puede curar al cuerpo, pero el cuerpo no puede curar a la mente, entonces la
mente tiene que ser más fuerte que el cuerpo. Todo milagro es una demostración
de esto. (T.6V(A).2:6-7)
Nos enseña que lo que somos
(mente, pensamiento, idea, amor) tiene vida y es inmortal.
Muchas gracias, por sus acertados y claros comentarios sobre lo es UCDM.
ResponderEliminarGracias!!!!!!
ResponderEliminarGraciass hermoso y claro
ResponderEliminarDios te bendiga...Gracias...muchas Gracias
ResponderEliminarMuy esclarecedor. Muchas gracias!!!
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