LECCIÓN 322
Tan sólo puedo renunciar a lo que nunca fue real.
1. Lo único que sacrifico son las ilusiones, nada más. 2Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme los ancestrales mensajes que me traen de Dios.3En cada regalo Suyo que acepto yace Su recuerdo. 4Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que es el único Hijo de Dios, el Ser que fue creado a Su Semejanza, el Santo Ser que aún mora en Él para siempre, tal como Él aún mora en mí.
2. Padre, para Ti cualquier sacrificio sigue siendo algo por siempre inconcebible. 2Por lo tanto, sólo en sueños puedo hacer sacrificios. 3Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado. 4Lo que Tú no has dado es irreal. 5¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del amor a mi mente?
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
No puedo renunciar a nada
real: “Tal como Tú me creaste, no puedo renunciar a nada que Tú me hayas dado”
(2:3). La idea de sacrificio no está en la Mente de Dios ni en el sistema de
pensamiento del Curso. ¡Oh, se nos pide que renunciemos a cosas! El Curso
incluso nos pide que renunciemos al mundo entero, pero “no con una actitud de sacrificio” (T.30.V.9:4-5). La cuestión de esta
lección es muy simple. Es que nada a lo que yo puedo renunciar es real. “Lo único
que sacrifico son las ilusiones, nada más” (1:1).
Recuerdo
una ocasión en una relación en que yo quería casarme, y la señora en cuestión
no quería, me sentí como si estuviese perdiendo y sacrificando algo al
renunciar a mi sueño. Luego me di cuenta de que estaba renunciando a algo que
nunca había tenido. Me trajo a la mente la conocida frase que dice: “Si amas
algo, déjalo ir. Si te vuelve es que era tuyo. Si no te vuelve, es que nunca lo
fue”. En aquella ocasión, pude renunciar a la ilusión, y al hacerlo, quedarme
con la realidad de una relación profundamente amorosa que no estaba destinada a
acabar en matrimonio, una relación que duró durante años y que me trajo más
satisfacción que cualquier relación matrimonial que yo haya visto entre mis
amigos.
Las
ilusiones que tratamos de conservar nos están ocultando los verdaderos regalos
de Dios. Por ejemplo, la idea de que podemos encontrar nuestra felicidad en una
relación romántica es uno de los sustitutos del ego de la realidad de nuestra
relación con Dios y con todos los seres vivos. Una relación íntima, amorosa, es
algo maravilloso, pero puede ser un obstáculo para nuestra paz si hacemos de
ella un ídolo, esperando que nos dé todo, o empeñándonos en que sabemos cómo
tiene que ser para que nos agrade.
“Y a medida que éstas desaparecen, descubro los regalos que trataban de
ocultar, los cuales me aguardan en jubilosa espera, listos para entregarme
los ancestrales mensajes que me traen de Dios” (1:2). No sólo no perdemos nada
al renunciar a las ilusiones, realmente ganamos la realidad de lo que las
ilusiones estaban sustituyendo. ¡Ésta es una situación en la que sólo puedes
ganar!
El miedo
al sacrificio y a la pérdida es uno de los mayores obstáculos para nuestro
progreso espiritual. Y mientras pensemos que podemos perder algo real, no
podemos avanzar.
Si se interpreta esto como una renuncia a lo que es deseable, se
generará un enorme conflicto. Son pocos los maestros de Dios que se escapan
completamente de esta zozobra. (M.4.I(A).5:2-3)
La idea
de sacrificio nos hace imposible juzgar lo que hacemos o lo que no queremos.
Por eso es tan importante que consultemos todas nuestras decisiones al Espíritu
Santo. Y cuando lo hacemos, a veces nos parecerá que nos está pidiendo que
sacrifiquemos algo que valoramos. De lo que no nos damos cuenta es de que el
Espíritu Santo sólo nos está enseñando que realmente no queremos lo que pensamos que queremos, Él sólo
está aclarando las intenciones de nuestra mente recta, que ya sabe que no tiene
valor eso que intentamos conservar.
“Y cada sueño sirve únicamente para ocultar el Ser que
es el único Hijo de Dios…” (1:4). El regalo detrás de cada sueño es el recuerdo
de Quién realmente soy. El apego a los “regalos” del ego sólo sirve para
disminuir mi consciencia de ese Ser. No estoy pidiendo demasiado, al contrario,
estoy pidiendo demasiado poco. Estos regalos no son dignos de mi Ser. Lo que
Dios no da, no es real (2:4). Así pues, abandonemos hoy todo pensamiento que
espera alguna clase de pérdida y reconozcamos que, como Hijos de Dios, no
podemos perder.
¿Qué pérdida podría esperar sino la pérdida del miedo y el regreso del
amor a mi mente? (2:5)
Gracias x compartir !
ResponderEliminar