LECCIÓN 254
Que se acalle en mí toda voz que no sea la de Dios.
1. Padre, hoy quiero oír sólo Tu Voz. 2Vengo a Ti en el más profundo de los silencios para oír Tu Voz y recibir Tu Palabra. 3No tengo otra oración que ésta: que me des la verdad. 4Y la verdad no es sino Tu Voluntad, que hoy quiero compartir Contigo.
2. Hoy no dejaremos que los pensamientos del ego dirijan nuestras palabras o acciones. 2Cuando se presenten, simplemente los observaremos con calma y luego los descartaremos. 3No deseamos las consecuencias que nos acarrearían. 4Por lo tanto, no elegimos conservarlos. 5Ahora se han acallado. 6Y en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica con nosotros y nos habla de nuestra voluntad, pues hemos decidido recordarle.
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
Comentario
Silencio.
Silencio interior así como silencio exterior es algo a lo que la mayoría de
nosotros no estamos acostumbrados. Cuando vivía en New Jersey, una de las cosas
de las que solía darme cuenta cuando visitaba una zona del campo era el
silencio, especialmente por la mañana al amanecer. No me daba cuenta de lo
continuo que era el ruido donde yo vivía hasta que me alejaba de allí. Camiones
que pasaban por una autopista cercana, perros que ladraban, la televisión que
sonaba, cajas que retumbaban, sirenas. Incluso el zumbido constante del aire
acondicionado o de los frigoríficos. Solía tener la televisión o la radio o el
equipo de música enchufado casi todo el tiempo.
Todavía
más difícil de desconectar es el parloteo interior constante de nuestra mente.
El
Curso continuamente nos pide la práctica del silencio: “Vengo a Ti en el más profundo
de los silencios” (1:2). El silencio mental es una costumbre que se consigue,
necesita un montón de práctica, al menos en mi propia experiencia. Incluso
cuando medito, mi tendencia es a usar palabras: quizá repetir el pensamiento de
una lección, o una instrucción mental para mí mismo como “Aspira amor, espira
perdón”. Mi mente quiere enzarzarse en un continuo comentario sobre mi
meditación “silenciosa”. Sin embargo, últimamente empiezo con una sencilla
instrucción a mí mismo como “Ahora voy a aquietarme” o “Que mi mente esté en
paz. Que todos mis pensamientos se aquieten”. Y luego me siento durante quince
minutos intentando estar quieto y silencioso.
La
lección dice que en el silencio podemos oír la Voz de Dios y recibir Su
Palabra. Si rara vez parece que recibo algo concreto, se debe a que mis
intentos de silencio no tienen mucho éxito. Pero estoy practicando.
La
lección tiene algunas instrucciones concretas que me parecen referirse a la
pregunta: ¿Qué hago con los pensamientos que vienen cuando estoy meditando? Las
instrucciones son muy sencillas: “simplemente los observaremos con calma y
luego los descartaremos” (2:2). Mentalmente “descartar” mis pensamientos, y luego
sigo manteniendo mi atención en el silencio. Estoy observando mis pensamientos
en lugar de meterme en ellos. Esta práctica de separarnos a nosotros mismos de nuestro ego es una práctica
importantísima. Los pensamientos vienen. En lugar de identificarnos con ellos y
enredarnos con ellos, me distancio simplemente. Reconozco que:
No deseo las consecuencias que me acarrearían. Por lo tanto, no elijo
conservarlos. (2:3-4)
“Ahora
se han acallado” (2:5). Cuando te separas de los pensamientos, sin condenarlos
ni aprobarlos, simplemente observándolos como que no tienen ninguna
consecuencia, empiezan a acallarse de verdad. Descubro que realmente estoy a
cargo de mi mente (¿quién más iba a estarlo?). Cuando los pensamientos empiezan
a acallarse, “en esa quietud, santificada por Su Amor, Dios se comunica con
nosotros y nos habla de nuestra voluntad, pues hemos decidido recordarle”
(2:6).
Una
cosa más. Cuando empezamos a aprender esta práctica del silencio, empieza a
extenderse a toda nuestra vida durante el día. Descubrimos que, en la angustia
de una situación molesta, podemos “separarnos” de los pensamientos de nuestra
mente que nos impulsan a reaccionar, observar la reacción, y elegir con Su
ayuda abandonarlos. Durante el día nos acompaña el lugar de silencio y quietud
que hemos encontrado en nuestros momentos de quietud. “Este tranquilo centro,
en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio
del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe” (T.18.VII.8:3).
De mucha ayuda estos comentarios
ResponderEliminarbuen día.Estoy agradecida profundamente con la vida con la paz,y con el silencio....amen...
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