LECCIÓN 229
El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy.
1. Busco mi verdadera Identidad, y la encuentro en estas palabras: "Soy Amor, pues el Amor fue lo que me creó". 2Ahora no necesito buscar más. 3El Amor ha prevalecido. 4Ha esperado tan quedamente mi regreso a casa, que ya no me volveré a apartar de la santa faz de Cristo. 5Y lo que contemple dará testimonio de la verdad de la Identidad que procuré perder, pero que mi Padre conservó a salvo para mí.
2. Padre, te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identidad inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó. 2Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. 3Amén.
Comentario
Muchas
de estas lecciones en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, mientras las
leo, parecen expresar un estado mental que está más allá de donde yo estoy. En
realidad, hablan de mi verdadero
estado mental, el estado de mi mente recta. Éste es el estado mental que
podemos alcanzar en el instante santo. La mente recta no es un estado futuro
que estoy intentando alcanzar. Hay un aspecto de mi mente que ya conoce estas
cosas y las cree. Ésta es la parte de mi mente que me está llevando al Hogar.
“Ahora no necesito buscar más” (1:2), es la verdad en este mismo instante. La
que no es real es la parte de mi mente que las pone en duda y las niega.
El Amor
es lo que soy, el Amor es mi Identidad. Que mire honestamente a lo que creo que
soy en Su lugar, porque al descubrir lo que no es Amor, llegaré a conocer el
Amor.
El amor no es algo que se pueda aprender. Su significado reside en sí
mismo. Y el aprendizaje finaliza una vez que has reconocido todo lo que no es
amor. Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que eliminar. (T.18.IX.12:1-4)
El Amor
me ha esperado “tan quedamente” (1:4). El Amor es tranquilo porque eso es lo que
hace el perdón, “es tranquilo y sosegado, y no hace nada” (L.pII.4:1). Mi
propio Amor espera para perdonarme todo lo que creo haber hecho, todo lo que he
creído que era, diferente al Amor. Verdaderamente “procuré perder” mi Identidad
(1:5), pero Dios ha guardado esa Identidad a salvo para mí, dentro de mí, como
lo que yo soy. “En medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada
mente inventó” (2:1), mi Padre ha mantenido mi Identidad intacta y sin pecado.
Que me concentre en esa Identidad ahora. Que dé gracias y exprese mi
agradecimiento a Dios por no haber perdido mi Identidad, aunque yo estaba
seguro de haberla perdido. No puedo ser otra cosa distinta de lo que Dios me
creó. “El Amor, que es lo que me creó,
es lo que soy”
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