Este es un sitio de encuentro para todos aquellos que sigan a diario Un Curso de Milagros. Comenzo compartiendo el libro "Comentarios a las lecciones" de Robert Perry y Ally Watson. Una calida Bienvenida!!
viernes, 30 de agosto de 2013
Leccion 242, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 242
Este día se lo dedico a Dios. Es el regalo que le hago.
1. Hoy no dirigiré mi vida por mi cuenta. 2No entiendo el mundo, por lo tanto, tratar de dirigir mi vida por mi cuenta es una locura. 3Mas hay Alguien que sabe qué es lo que más me conviene. 4Y Él se alegra de tomar por mí únicamente aquellas decisiones que me conducen a Dios. 5Pongo este día en Sus manos, pues no quiero demorar mi regreso al hogar, y es Él el que conoce el camino que me conduce a Dios.
2. Y así, ponemos este día en Tus Manos. 2Venimos con mentes completamente receptivas. 3No pedimos nada que creamos desear. 4Concédenos tan sólo lo que Tú deseas que recibamos. 5Tú conoces nuestros deseos y necesidades. 6Y nos concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que nos lleva hasta Ti.
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
Comentario
Hoy no dirigiré mi vida por mi cuenta. (1:1)
En un
día que parece acelerado y sobrecargado de cosas que hacer, es un alivio
recordar que no necesito dirigir mi vida solo. Puedo cargarme con miles de
pequeñas decisiones, o puedo relajarme en Sus manos. Puedo hacer una lista de
las cosas que hay que hacer, pero puedo abandonar todo apego a hacer cualquiera
de ellas. En cada momento, puedo confiar en que sabré qué hacer a continuación,
y que mi elección será perfecta.
Sin
embargo, lo que es importante no es la dirección del Espíritu Santo sino Su
compañía. Hoy no estaré solo, aunque no tenga ninguna otra presencia humana
conmigo. De manera consciente puedo estar con Dios, y Dios conmigo. En lugar de
hablar en voz alta conmigo mismo, ¿por qué no hablar en voz alta con Jesús? Él
es un compañero mucho más sabio que mi mente limitada.
No entiendo el mundo, por lo tanto, tratar de dirigir mi vida por mi
cuenta es una locura. (1:2)
Hay una
gran resistencia en mí, en todos nosotros, a darnos cuenta de que no entendemos
ni podemos entender el mundo. No entiendo nada, Mi consciencia de lo que está
sucediendo es una parte infinitamente pequeña de nuestro planeta y su gente. No
sé nada de otros planetas y galaxias, y desconozco casi por completo los
muchísimos reinos más allá del físico: seres espirituales, ángeles, Maestros
ascendidos, lo que quiera que exista. No sé que el empleado de la lavandería
necesita una sonrisa, o lo que está sucediendo en mentes aparentemente
separadas de la mía. ¿Cómo puedo por mi cuenta ni siquiera pensar en decidir qué
hacer, a dónde ir, qué decir?
Algunos
acontecimientos tienen lugar, como una cita que se retrasa para otro día y
finalmente se fija para el momento que menos quería (según mis preferencias).
Si pienso que entiendo lo que está sucediendo, si pienso que mis preferencias
es lo más importante, podría sentirme disgustado. Si me doy cuenta de que no
entiendo el mundo, abandono mis preferencias, acepto la situación y confío. Y
me presento en la puerta de mi amiga unos minutos después de que ella se haya
enterado de la muerte repentina de una amiga, y me encuentro allí para
consolarla cuando lo necesita. Y, no es por casualidad, preparado por la charla
acerca de la muerte con otro amigo la tarde anterior, cuando yo no tenía ni idea
de por qué accedí a esa charla cuando tenía otras cosas por hacer que a mí me
parecían más importantes. ¡Qué insensato no dejarme guiar por Él!
Así que
hoy, de nuevo, renuncio a ser mi propio maestro y me afianzo más profundamente
en la consciencia de que no sé, de que no entiendo, y saber eso es sabiduría.
Pongo este día en las manos de Dios: “Es el regalo que Le hago”. ¡Éste sí que
es un buen trato! Abandono todos mis planes para este día, y ¡Él lo llena de
milagros! Para eso es para lo que Él lo quiere. Se necesita un gran esfuerzo al
principio para abandonar lo que creo saber. Pero cuando lo hago, sólo llega la
alegría.
Mas hay Alguien que sabe qué es lo que más me conviene. Y Él se alegra
de tomar por mí únicamente aquellas decisiones que me conducen a Dios. Pongo
este día en Sus manos, pues no quiero demorar mi regreso al hogar, y es Él el
que conoce el camino que me conduce a Dios. (1:3-5)
“Lo que
más me conviene” no significa necesariamente que haré todo lo que yo creo que
tengo que hacer, o que respecto a la forma todo saldrá a la perfección (en mi
opinión). A menudo eso es lo que significa, pero otras veces no. “Lo que más me
conviene” significa “las cosas que me guían a Dios”. Significa “regresar al
hogar” y avanzar en el “camino a Dios”. Porque para eso es la vida en este
mundo. “El único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios”
(T.24.VI.4:1), y nada más. Si Le doy mi día a Dios, al Espíritu Santo, acabaré
el día más cerca de Dios, más cerca del hogar; ése es mi propósito cada día de mi
vida. Nada más. Todos los demás acontecimientos son accesorios del escenario
para esta obra que se está representando.
No
importa qué otra cosa pueda suceder, si paso este día más consciente de la
compañía de Jesús, en paz más a menudo, un poco más feliz en cada minuto o
durante más tiempo, eso ya es un triunfo.
Y así, ponemos este día en Tus Manos. Venimos con mentes completamente
receptivas. No pedimos nada que creamos desear. Concédenos tan sólo lo que Tú
deseas que recibamos. Tú conoces nuestros deseos y necesidades. Y nos
concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que
nos lleva hasta Ti. (2:1-6)
“Mentes
completamente receptivas”. Sin ninguna idea de antemano acerca de lo que
debería suceder. “Completamente” significa totalmente abiertas, completamente
receptivas. Y en cuanto a lo que esperamos que suceda, cualquier cosa puede
fallar pero no nos sentimos disgustados. Y en cuanto a lo que no esperamos que
suceda, cualquier cosa puede ocurrir, y no nos sentimos disgustados. Reconozco
que mi mente no quiere estar completamente abierta y receptiva. Por ejemplo,
pienso que si antes de comer no termino el artículo que estoy escribiendo,
podría sentirme disgustado. Si tengo ese pensamiento, que me dé cuenta de que
sólo es mi pensamiento, no es un hecho. ¿A qué otras cosas me aferro hoy?
Jesús, quiero estar completamente abierto y receptivo, y no es fácil.
¿Cómo
puedo abandonar lo que yo quiero y necesito? Recordando que “Tú conoces
nuestros deseos y necesidades”. Él sabe lo que creo que necesito, y no necesito
pedirle esas cosas. Él ya lo sabe. Y si el día no trae lo que creo que quiero,
no es porque Él no lo sepa, o porque ha perdido mis datos, o porque me esté
castigando por alguna culpa imaginaria. Es porque lo que yo creía que quería no
es lo que más me conviene. El Espíritu Santo no es desconsiderado ni olvidadizo.
Él nos concederá “todo lo que sea necesario para ayudarnos a
encontrar el camino que nos lleva hasta Dios”. Que mi mente abandone la defensa
de hacer planes, y que siga este consejo: “No permitas que ninguna defensa,
excepto tu presente confianza, dirija el futuro, y esta vida se convertirá en
un encuentro significativo con la verdad, la cual sólo tus defensas
podrían ocultar” (L.135.19:2).
jueves, 29 de agosto de 2013
Leccion 241, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 241
En este instante santo llega la salvación.
1. ¡Qué alegría tan grande la de hoy! 2Éste es un día de una celebración especial. 3Pues este día le ofrece al mundo de tinieblas el instante que se fijó para su liberación. 4Ha llegado el día en que todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece. 5La gloria de la salvación alborea hoy sobre un mundo que ha sido liberado. 6Éste es un tiempo de esperanza para millones de seres. 7Ahora ellos se unirán conforme tú los perdones a todos. 8Pues hoy tú me perdonarás a mí. .
2. Ahora nos hemos perdonado los unos a los otros, y así podemos por fin regresar a Ti. 2Padre, Tu Hijo, que en realidad jamás se ausentó, retorna al Cielo y a su hogar. 3iQué contentos estamos de que se nos haya restituido la cordura y de poder recordar que todos somos uno!
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
Comentario
Cuando
la lección dice que hoy “es un día de una celebración especial” (1:2),
sospecho que usa la palabra “especial” del mismo modo en que la usa en otro
lugar del Texto, en el que Jesús dice: “Todos mis hermanos son especiales” (T.1.V.3:6). Hoy es un día especial porque, en el instante santo, la salvación ya
ha llegado. Y sin embargo, “Puedes reclamar el instante santo en cualquier
momento y lugar en que lo desees” (T.15.IV.4:4). ¡Siempre que pidas el instante
santo, es una celebración especial! ¡Un día de gozo!
Esto es
como decirle a un niño que puede celebrar la Navidad el día que quiera. Y
ciertamente el Curso nos dice exactamente eso, en la sección titulada “La Hora
de Renacer”, escrito en Navidad. Nos dice que esta Navidad es la hora de
Cristo, y que la hora de Cristo es el instante santo (T.15.X.2:1), y luego nos
dice: “en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora”
(T.15.X.4:1).
Y
entonces, ¿por qué no hoy? ¿Por qué no todos los días? ¿Por qué no ahora?
Cualquier instante que yo quiera puedo convertirlo en un instante en el que
“todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece” (1:4). La práctica del
instante santo me ofrece esto. En cualquier instante, dentro de mi mente puedo
abrir una ventana al mundo real, y respirar su agradable aire. Puedo sentir un
mundo unido, unido por medio de mi perdón.
Todavía
no siento la felicidad absoluta en el momento en que cierro los ojos y digo: “En este instante santo llega la salvación”. Siempre está aquí la realidad que he
experimentado de vez en cuando, de eso estoy seguro. Sin embargo, es muy
desigual mi experiencia de ello (¡muy irregular!). Pero una vez que la has
sentido, y en ese instante has sabido
que lo que estás sintiendo es eterno, ya nunca podrás dudar de su eterna
presencia. Todavía hay muchos obstáculos que impiden que yo sea consciente de
ello. Todavía me estoy aferrando a algunos de esos obstáculos. La mayor parte
del tiempo, mis resentimientos me ocultan la Luz del mundo. Pero está ahí. Mi
perdón me la puede mostrar (1:7, 2:1).
Cada vez que me detengo para recordar, cada vez que
intento pedir un instante santo, cae un obstáculo, se añade a mi depósito otra
gota de mi buena disposición. ¿De qué mejor manera puedo emplear mi tiempo?
Como dijo la Lección 127: “No hay mejor manera de emplear
el tiempo que ésa” (ver párrafos 7 y 8).
Una
nota más: date cuenta de que en 1:8, Jesús nos dice que le perdonemos a él. Hoy
voy a examinarme para ver si todavía guardo algo en su contra, algún tipo de desconfianza
hacia él, algún temor a él, algo por lo que le culpo o por lo que estoy
resentido contra él. Aunque le respete como mi maestro, es muy fácil tener
resentimientos contra tus maestros.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Leccion 240, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 240
El miedo, de la clase que sea, no está justificado.
1. El miedo es un engaño. 2Da testimonio de que te has visto a ti mismo como nunca podrías ser y, por lo tanto, contemplas un mundo que no puede ser real. 3Ni una sola cosa en ese mundo es verdad. 4Sea cual sea la forma en que se manifieste, 5sólo da fe de tus ilusiones acerca de ti mismo. 6No nos dejemos engañar hoy. 7Somos los Hijos de Dios. 8El miedo no tiene cabida en nosotros, pues cada uno de nosotros es parte del Amor Mismo.
2. ¡Cuán infundados son nuestros miedos! 2¿Ibas acaso a permitir que Tu Hijo sufriese? 3Danos fe hoy para reconocer a Tu Hijo y liberarlo. 4Perdonémosle hoy en Tu Nombre, para poder entender su santidad y sentir por él el amor que Tú también sientes por él.
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
Comentario
“El
miedo es un engaño” (1:1). Cuando tenemos miedo, hemos sido engañados por
alguna mentira, porque, puesto que somos el Hijo de Dios y parte del Amor Mismo
(1:7-8), nada puede hacernos daño o causarnos pérdida de ningún tipo. Por lo
tanto, cuando aparece el miedo, nos hemos visto a nosotros mismos como nunca
podríamos ser (1:2). La realidad de lo que somos no está nunca en peligro:
“Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2). Es imposible que nada del mundo
pueda amenazarnos, “Ni una sola cosa en ese mundo es verdad” (1:3). “Nada
irreal existe” (T.In.2:3).
Todas
las amenazas del mundo, sean cuales sean las formas en que se manifiesten, sólo
dan fe de nuestras ilusiones acerca de nosotros mismos (1:4-5). Nos vemos a
nosotros mismos como indefensos, como un cuerpo, como un ego, como una forma de
vida física que puede apagarse en un instante. Eso no es lo que somos; y cuando
tenemos miedo, eso es lo que estamos pensando que somos. Para que podamos
pensar que somos algo distinto -el eterno Hijo de Dios, por siempre seguros en
el Amor de Dios, más allá del alcance de la muerte- tenemos que estar
dispuestos a aprender que todo lo del mundo no es real. Finalmente tenemos que
ver que el intento de aferrarnos a la realidad de este mundo es aferrarnos a la
muerte.
Si
insistimos en hacer este mundo real, la afirmación de hoy: “El miedo, de la clase que sea, no está
justificado” nunca nos parecerá
verdad. En este mundo todo puede ser
atacado, todo puede cambiar, y finalmente desaparecer. Si intentamos aferrarnos
a ello, no se puede evitar el miedo porque el final de aquello a lo que nos
aferramos es seguro. El único modo de liberarnos verdaderamente del miedo es
dejar de darle valor a todo y valorar sólo lo eterno.
Esto no significa que no podamos disfrutar de las
cosas que son pasajeras, que no podamos por ejemplo pararnos a apreciar la
belleza de una puesta de sol que sólo dura unos minutos. Pero entendemos que no
es la puesta de sol lo que valoramos, sino la belleza que refleja por un
momento. No es el contacto con un cuerpo lo que valoramos, un cuerpo que se
marchita y se acaba, sino el amor eterno que alcanza y refleja durante un
momento. No la forma, sino el contenido. No el símbolo, sino
su significado. No los sobretonos, ni los armónicos, ni los ecos, sino la eterna canción del Amor
(Canc.1I.3:4).
Que hoy repita: “El miedo, de la clase que sea, no está
justificado”. Y cuando surja el miedo, que recuerde que no hay nada que temer
(2:1). Que recuerde que no hay ninguna razón para el miedo. Que mis miedos me
recuerden la verdad de que lo que yo valoro nunca
muere
martes, 27 de agosto de 2013
Leccion 239, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 239
Mía es la gloria de mi Padre.
1. No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una falsa humildad. 2Por el contrario, sintámonos agradecidos por los regalos que nuestro Padre nos ha hecho. 3¿Sería posible acaso que pudiéramos advertir algún vestigio de pecado o de culpa en aquellos con quienes Él comparte Su gloria? 4¿Y cómo podría ser que no nos contásemos entre ellos, cuando Él ama a Su Hijo para siempre y con perfecta constancia, sabiendo que es tal como Él lo creó?
2. Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en nosotros. 2Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. 3Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.
Comentario
No permitamos hoy que la verdad acerca de nosotros se oculte tras una
falsa humildad (1:1).
Una
cosa de la que ahora me doy cuenta al hacer el Libro de Ejercicios es que
cuando usa las palabras “nosotros” y “nosotros mismos”, no se refiere sólo a
nosotros como estudiantes del Curso. La palabra “nosotros” incluye a Jesús”.
Después de todo, es Jesús quien está hablando a lo largo de todo el libro. Este
“nosotros” no es en sentido general. Jesús se está identificando a sí mismo con
nosotros, y a nosotros con él.
La
“verdad acerca de nosotros” es la
verdad acerca de ti, de mí y de Jesús. Al darme cuenta de esto, tengo una
sensación de su unión conmigo que nunca antes había tenido. Y veo en todo ello
un propósito, centrar toda la atención en la igualdad de él, de mí, y de todos mis
hermanos.
Cuando
veo señales de pecado y culpa “en aquellos con quienes Él comparte Su gloria”
(1:3), los estoy viendo en mí mismo. ¡Eso es falsa humildad! Cuando veo a mi
hermano como culpable o pecador es porque yo me estoy considerando a mí mismo
de la misma manera., y de ese modo estoy ocultando la verdad acerca de mí. La
culpa puede tomar aparentemente una forma santa: “Todos somos sólo unos pobres
estudiantes del Curso, débiles y frágiles, que fallamos continuamente” Y esa
culpa, esa falsa humildad, oscurece tu gloria y la mía.
Es cierto
que todos somos estudiantes, que todos estamos en los peldaños más bajos de la
escalera y comenzando a darnos cuenta de todo lo que verdaderamente somos. Es
una espiritualidad falsa fingir lo que todavía no estamos sintiendo. Pero es
falsa humildad dar importancia continuamente a nuestra debilidad al juzgarnos o
concentrarnos en nuestros fallos. Todos tenemos ego, pero también todos
compartimos la misma gloriosa Filiación. Necesitamos dedicar tiempo, de vez en
cuando, dando gracias por “la luz que refulge por siempre en nosotros… Somos
uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con
nosotros mismos” (2:1,3).
Aquello
que pienso de mis hermanos es lo que pienso de mí. La manera en que veo a mis
hermanos es la manera en que me veo a mí mismo.
Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. Sin embargo,
lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. Es el cuadro
externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad. (T.24.VII.8:8-10)
¿De qué
otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti, sino contemplando la
santidad y viéndolo a Él en ella? (T.25.I.2:1). En otras palabras, tú
manifiestas al Cristo en ti al contemplar a tus hermanos y ver al Cristo en
ellos.
La
percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves
(T.25.I.2:2).
La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el
que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará
contenta y satisfecha… Te revela lo que eres tal como tú quieres ser.
(T.25.I.3:1,3)
Si no
oculto la verdad de mi propia gloria, no puedo ocultar la de mi hermano. “Lo
que es lo mismo no puede tener una función diferente” (T.23.IV.3:4). Si niego
la verdad en mi hermano, me la estoy negando a mí mismo. La estoy negando en él
porque la estoy negando en mí mismo.
Cuando mentalmente me separo de alguien, y le rebajo al juzgarle, estoy viendo
únicamente lo que mi mente me está haciendo a mí mismo. Estoy ocultando mi
propia gloria, y por lo tanto juzgando a otro, proyectando fuera la culpa. Mi
juicio sobre otro puede convertirse en un espejo que me muestra que me he
olvidado de lo que verdaderamente soy. Me puede hacer recordar, y elegir de
nuevo, recordar mi Ser como Hijo de Dios, “en paz con toda la creación y conmigo
mismo” (2:3).
lunes, 26 de agosto de 2013
Leccion 238, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 238
La salvación depende de mi decisión.
1. Padre, Tu confianza en mí ha sido tan grande que debo ser digno de ella. 2Tú me creaste y me conoces tal como soy. 3Y aun así, pusiste en mis manos la salvación de Tu Hijo y dejaste que dependiera de mi decisión. 4¡Cuán grande debe ser Tu amor por mí!5Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es parte de Ti, y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo.
2. Y así, hoy volvemos a hacer otra pausa para pensar en lo mucho que nos ama nuestro Padre. 2Y cuán querido sigue siendo para Él Su Hijo, quien fue creado por Su Amor y en quien el Amor de Su Padre alcanza su plenitud.
Comentario
En la
Lección 236 vi que sólo yo gobierno mi mente. Dios me creó libre para elegir
escuchar Su Voz, o no escucharla. Así pues, la salvación depende de mi
decisión. El mensaje de la lección de hoy es ése, y si esto es verdad, Dios
tiene que tener toda Su confianza en mí. A la humanidad se la describe
normalmente como débil, llena de dudas, o completamente rebelde. Pecadores y no
dignos de confianza en absoluto. Pero si Dios puso en mis manos la salvación de
Su Hijo y dejó que dependiera de mi decisión (1:3), esa oscura imagen no puede
ser la verdad. Si yo no fuera de fiar, si la humanidad fuera tan poco de
fiable, Dios nunca habría puesto tan enorme confianza en nosotros. Por lo
tanto, “debo ser digno” (1:1). ¡Cuán
grande debe ser Tu amor por mí! Y mi santidad debe ser asimismo inexpugnable
para que hayas puesto a Tu Hijo en mis manos con la certeza de que Aquel que es
parte de Ti y también de mí, puesto que es mi Ser, está a salvo (1:4-5). En
resumen: Si Dios confía en mí, yo debo merecerme esa confianza.
No es
únicamente mi salvación la que depende de mi decisión: “toda la salvación”
depende de ella, porque la Filiación es una. Si una parte permanece separada y
sola, la Filiación está incompleta. Sin embargo, Dios ha “puesto a Su Hijo en
mis manos con la certeza de que está a salvo” (1:5). Si Dios está seguro de que
el Hijo está seguro en mis manos, Él debe saber algo acerca de mí que yo he
olvidado. Él me conoce tal como soy (1:2), y no como yo he llegado a creer que
soy. La confianza que Él muestra es sorprendente, porque el Hijo no sólo es Su
creación sino que además “es parte de” Él (1:5). Dios me ha confiado parte de
Su mismo Ser a mi cuidado con la confianza de que mi decisión será: elegir
unirme a Su Amor y a Su Voluntad libremente y por mi propia voluntad. Él sabe
que al final eso será lo que elegiré y que no puedo elegir otra cosa, pues Él
me creó como una extensión de Su propio Amor.
Que hoy
elija a menudo pensar en cuánto me ama Dios, cuánto ama a Su Hijo, y como el
Amor de Dios a Su Hijo está demostrado al confiar toda la salvación a mi
decisión. Que descanse seguro de que el resultado es tan seguro como Dios. Que
confíe en la confianza de Dios en mí.
domingo, 25 de agosto de 2013
Leccion 237, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 237
Ahora quiero ser tal como Dios me creó.
1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. 2Me alzaré glorioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo durante todo el día. 3Le traigo al mundo las buenas nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. 4Y contemplo el mundo que Cristo quiere que yo vea, consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es la llamada que mi Padre me hace.
2. Cristo se convierte hoy en mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. 2Padre, vengo a Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. 3Amén.
Comentario
Estas
lecciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios parecen todas intentar
que nos demos cuenta de Quién o Qué somos realmente. Como dice la Introducción:
El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La
primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a
adquirir una percepción verdadera.
(L.In.3:1)
Así que
la importancia de toda esta parte del Libro de Ejercicios, las últimas 145
lecciones, está dedicada a la verdadera percepción. Se da por sentado que por
fin el lector se ha dado cuenta del sistema de pensamiento en su vida, aunque
no da por sentado que se ha deshecho el ego completamente. Si ése fuera el
caso, no se necesitarían más lecciones.
Lo que
estamos haciendo en estas últimas lecciones es poner en práctica el lado
positivo del Curso, e intentar aplicarlo. “Ahora quiero ser tal como Dios me creó”. El propósito no es sólo
entender la idea y guardarla en la carpeta: “Hechos: la naturaleza humana, la
verdad”, sino ser el Hijo de Dios,
haciéndome consciente de esta verdad a lo largo del día, y viviendo de acuerdo
con ella.
“Me
alzaré glorioso” (1:2). Cada día puedo empezarlo en gloria. Brillando,
extendiendo luz hacia fuera. Según el diccionario, gloria significa “belleza y
esplendor majestuosos y resplandecientes”. No es una palabra que asociemos con
nosotros fácilmente. Hoy puedo hacer un esfuerzo consciente para darme cuenta
de esta gloria. Soy un ser resplandeciente. La luz del amor se extiende desde
mí hacia fuera para bendecir al mundo. Me sentaré un instante en silencio,
imaginándomelo, dándome cuenta de mi resplandor.
Según
voy pasando el día:
… dejaré que la luz que mora en
mí irradie sobre el mundo durante todo el día. Le traigo al mundo las buenas
nuevas de la salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. (1:2-3)
Esto
está relacionado con ser, no con
hacer. Está relacionado con irradiar, no con hablar. Enseñamos paz siendo pacíficos, no hablando de ello.
Si estoy alegre, relajado, amoroso y acepto a aquellos que están a mi
alrededor, mi actitud hablará más alto y más claro que mis palabras.
Así
que, en este día, mientras trabajo y me relaciono con amigos, estaré radiante.
Soy tal como Dios me creó, por eso yo soy
radiante, no tengo que hacer nada para ser resplandeciente. Todo lo que
necesito es darme cuenta de que mis pensamientos harían borrar ese resplandor,
y elegir lo contrario.
En
cierto sentido esto sustituye a la lección anterior en la que Le preguntaba al
Espíritu Santo dónde ir, qué hacer y qué decir. Ahora la importancia está en lo
que soy. Realmente no importa mucho a dónde vaya, lo que haga o lo que diga,
siempre que yo actúe como el ser que Dios creó, en lugar de mi ser separado e
independiente.
Vengo a
ver “el mundo que Cristo quiere que yo vea” (1:4), y lo veo como “la llamada
que mi Padre me hace” (1:4). Visto a través de los ojos de Cristo, el mundo
puede ser una llamada constante a ser lo
que soy, a brillar, a extender Su Amor, a ser Su Respuesta al mundo.
sábado, 24 de agosto de 2013
Leccion 236, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 236
Gobierno mi mente, la cual sólo yo debo gobernar.
1. Tengo un reino que gobernar. 2Sin embargo, a veces no parece que yo sea su rey en absoluto, 3sino que parece imponerse sobre mí, y decirme cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir. 4No obstante, se me ha dado para que sirva cualquier propósito que yo perciba en él. 5La única función de mi mente es servir. 6Hoy la pongo, al servicio del Espíritu Santo para que Él la use como mejor le parezca. 7De esta manera, soy yo quien dirige mi mente, que sólo yo puedo gobernar. 8Y así la dejo en libertad para que haga la Voluntad de Dios.
2. Padre, mi mente está dispuesta hoy a recibir Tus Pensamientos y a no darle entrada a ningún pensamiento que no proceda de Ti. 2Yo gobierno mi mente, y te la ofrezco a Ti. 3Acepta mi regalo, pues es el que Tú me hiciste a mí.
Comentario
Si “el
secreto de la salvación” es que “soy yo el que se está haciendo todo esto a sí
mismo” (T.27.VIII.10:1), la “salvación” o la buena noticia es que no hay
fuerzas enemigas externas que tengan poder sobre mí. Es sólo mi propia mente la
que lo está fastidiando todo. Y si eso es cierto, hay esperanza. Porque ¡nadie
está gobernando mi mente por mí! Por lo tanto, puedo cambiarlo completamente.
Mi mente es mi reino, y yo soy el rey de mi reino. Yo lo gobierno, nadie ni
nada más lo hace.
Sí, es
cierto que: “a veces no parece que yo sea su rey en absoluto” (1:2). ¡A veces!
Para la mayoría de nosotros parece la mayor parte del tiempo. Mi “reino” parece
gobernarme a mí, y no a la inversa, diciéndome: “cómo debo pensar y actuar y lo
que debo sentir” (1:3). Un Curso de
Milagros es un curso para reyes, nos entrena en cómo gobernar nuestra
mente. Hemos dejado que el reino esté sin control, en lugar de gobernarlo.
Hemos inventado el problema, proyectado la imagen del problema, y luego hemos
culpado a la imagen de ser el problema. Como dice el Texto, hemos invertido
causa y efecto. Nosotros somos la causa, inventamos el efecto, y ahora pensamos
que el efecto es nuestra causa (T.28.II.8:8). Por eso necesitamos un curso en
“entrenamiento mental” que nos enseñe que somos nosotros los que gobernamos
nuestra mente.
La
mente es un instrumento, que se nos ha dado para que nos sirva (1:4-5). No hace
nada, excepto lo que queremos que haga. El problema es que no hemos observado
lo que le hemos pedido a la mente que haga. Hemos pedido la separación, hemos
pedido la culpa; y puesto que nos consideramos culpables hemos pedido la
muerte, y la mente ha dado lo que se pide. Nos hemos dedicado a la locura
salvaje del ego, y el resultado es el mundo en el que vivimos. Por eso
necesitamos verlo, dejar de hacerlo, y poner la mente al servicio del Espíritu
Santo, en lugar de al servicio ego.
Eso me
plantea una pregunta. Si se supone que yo debo gobernar mi mente, ¿cómo el modo
de gobernarla es entregándosela al Espíritu Santo? Aquí se dice que poner la
mente al servicio del Espíritu Santo es el modo en que “soy yo quien dirige mi
mente” (1:6-7). La respuesta es muy sencilla. Sólo hay dos elecciones: el ego o
el Espíritu Santo, el miedo o el amor, la separación o la unión. El Espíritu
Santo no es un poder extraño que me gobierna, Él es la Voz de mi propio Ser así
como la Voz de Dios. Él es la Voz tanto del Padre como del Hijo porque Padre e
Hijo son uno, con una sola Voluntad. La petición de que gobierne mi mente no es
una petición a una independencia de confiar sólo en nosotros mismos, el rey
“todo por mi propia cuenta”. Ésa es la interpretación del ego acerca de
gobernar mi mente. La petición de que gobierne mi mente es una petición de
total dependencia, de total confianza en el Ser, confianza en el Ser que todos
compartimos.
Tengo
la elección entre la ilusión de
independencia en la que mi mente está realmente aprisionada por sus efectos
y la libertad total en la que mi
mente se dedica a su propósito divino al que está destinada, sirviendo a la
Voluntad de Dios. ¿Quién puede negar que nuestra experiencia de ser una mente
independiente es realmente una experiencia de esclavitud, en la que nuestro
“reino” nos dice cómo debo pensar y actuar y lo que debo sentir? Que hoy nos
demos cuenta de que hay otra elección, y que gustosamente ofrezcamos nuestra
mente a Dios. Que entremos de todo corazón en el proceso de entrenar nuestra
mente para pensar con Dios.
viernes, 23 de agosto de 2013
Leccion 235, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 235
Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.
1. Tan sólo necesito contemplar todo aquello que parece herirme, y con absoluta certeza decirme a mí mismo: "La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto", para que de inmediato lo vea desaparecer. 2Tan sólo necesito tener presente que la Voluntad de mi Padre para mí es felicidad, para darme cuenta de que lo único que se me ha dado es felicidad. 3Tan sólo necesito recordar que el Amor de Dios rodea a Su Hijo y mantiene su inocencia eternamente perfecta, para estar seguro de que me he salvado y de que meencuentro para siempre a salvo en Sus Brazos. 4Yo soy el Hijo que Él ama. 5Y me he salvado porque Dios en Su misericordia así lo dispuso.
2. Padre, Tu Santidad es la mía. 2Tu Amor me creó e hizo que mi inocencia fuese parte de Ti para siempre. 3No hay culpabilidad o pecado en mí, puesto que no los hay en Ti.
"COMENTARIOS A LAS LECCIONES" de Robert Perry y Ally Watson
Comentario
Comentario
Si
miramos a nuestros propios pensamientos honestamente, podremos ver las muchas
maneras en que creemos lo contrario de la lección de hoy. Pensamos: “Dios, en
su enfado, dispone que yo sea castigado”. En algún lugar dentro de cada uno de
nosotros hay una voz negativa que nos dice que merecemos el sufrimiento que
tenemos, o que la felicidad que tenemos puede desaparecer porque no nos la merecemos.
A aquellos
que tienen una lista de todas sus quejas acerca del mundo y del modo en que los
trata injustamente, el Curso tiene un consejo definitivo: “¡Abandona esos
pensamientos tan necios!” (M.15.3:1). Tengo el poder de deshacer todas esas
cosas. Todo lo que tengo que hacer es asegurarme a mí mismo: “La Voluntad de
Dios es que yo me salve de esto” (1:1). Dios no quiere mi sufrimiento, ni mi
tristeza, ni mi soledad. Cambiando la manera en que pienso de todo esto, puedo
cambiar al mundo.
Pensamos
que es el mundo el que nos causa nuestro sufrimiento y tristeza, el Curso nos
enseña justo lo contrario. Nuestra creencia en el Dios de la ira es lo que nos
trae el sufrimiento, nuestra creencia en Su misericordia y Su Amor puede
transformar nuestra vida. Lo que necesita cambiar no es el mundo externo, sino
lo que hay dentro de mi mente. Que hoy recuerde, Padre, que “me he salvado y
que me encuentro para siempre a salvo en Tus Brazos” (L.235.1:3). Que el
pensamiento de que Tú quieres mi felicidad llene hoy mi mente. Si Tú eres Amor,
si Tú me amas, ¿qué más puedo querer?
jueves, 22 de agosto de 2013
Leccion 234, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 234
Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.
1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. 2Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. 3Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo. 4Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. 5Hoy aceptamos la veracidad de este hecho.
2. Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. 2Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.
Comentario
Esta lección
trata de disfrutar del Cielo por anticipado.
Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa
hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos
habíamos apartado. (1:1)
Eso es
lo que hacemos cada día cuando nos acercamos a Dios en esos momentos de quietud
y silencio. Nos estamos ofreciendo a nosotros mismos un anticipo del Cielo.
Ahora mismo, en este mismo instante, imagínate que todos tus sueños de pecado y
de culpa han desaparecido. Imagínate que todo el miedo ha desaparecido, ¡todo
el miedo! Imagínate que cada pensamiento de conflicto ha desaparecido.
Imagínate que no hay nada y que no puede haber nada que altere tu perfecto
reposo.
Lo que
estás imaginando es real, el verdadero estado de cómo son las cosas.
Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del
Hijo. (1:4)
Los
sueños de pecado y de culpa, el sueño de miedo, el sueño de conflicto, el sueño
de cualquier alteración, es sólo eso: un sueño. Nada más que un sueño.
Abandónalo. Déjalo ir, sin ningún significado ni sentido. Sólo una burbuja en
la corriente.
Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. Y
fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos
que están eternamente unidos cual uno solo. Jamás ocurrió nada que perturbase
la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. Hoy aceptamos la veracidad de este
hecho. (1:2-5)
En
estos momentos de recuerdo, estos instantes santos que dedicamos cada día,
estamos anticipando el momento en que
nuestras pesadillas ya han desaparecido. No, todavía no estoy allí, tampoco tú,
no en nuestra experiencia, aunque sí en la realidad; tal como afirma la
lección: nunca nos apartamos (1:1). Nunca hubo una “interrupción en la
continuidad”, y ni siquiera se perdió una nota en la melodía del Cielo. Sin
embargo, la mayor parte del tiempo todavía estamos viviendo en el sueño. Pero
podemos sentir momentos de anticipación, experiencias directas de la verdad.
Eso es lo que buscamos ahora mismo. Un momento de anticipación. Una sensación
en el centro de nuestro ser, algo que identificamos con la palabra “paz”, algo
que las palabras no pueden expresar.
Éstos
son momentos de práctica en los que voluntariamente nos elevamos por encima de
nuestra experiencia mundana normal. Elegimos “aceptar como totalmente
verdadero” el hecho de que la paz de Dios, el Padre y el Hijo, nunca se ha visto alterada. Sólo por un
momento, ahora mismo, nos permitimos creerlo. No nos preocupa si dentro de
quince minutos no lo creemos. No nos preocupa qué le sucederá a nuestra vida si
lo creemos. No tenemos en cuenta toda la evidencia en contra que nos han traído
nuestros sentidos en el pasado. Sencillamente dejamos que todo eso desaparezca,
y sentimos profundamente el ambiente del Cielo. Esto es mi Hogar. Esto es lo
que verdaderamente quiero. Esto es la verdad. Esto es todo lo que quiero.
Si
surgen en nuestra mente pensamientos de pecado, o de culpa, o de miedo,
simplemente los despedimos. “Esto no es lo que quiero sentir ahora. Ahora quiero
la paz de Dios. Ahora mismo tengo la paz de Dios”.
Jesús,
nuestro Hermano Mayor, se une a nosotros y nos dirige en la oración, orando con
nosotros:
Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el
de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los
dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado,
por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido
salvados. (2:1-2)
miércoles, 21 de agosto de 2013
Leccion 233, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 233
Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.
1. Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar, dame los Tuyos. 4Te entrego asimismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. 7Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, elperfecto regalo que Tú me haces.
2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de infinitas mercedes para nosotros.
Comentario
Una
cosa que me parece muy interesante acerca del Curso es que no es quisquilloso
en su teología. Hay lugares en el Curso que dejan muy claro que Dios ni
siquiera oye las palabras de nuestras oraciones y que, conociendo únicamente la
Verdad, Él no conoce nuestros errores. Entonces, “lógicamente” las oraciones
“deberían” ser dirigidas al Espíritu Santo o a Jesús, de los que se habla como
intermediarios entre la verdad y las ilusiones, o un puente entre nosotros y
Dios. Sin embargo, aquí en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios tenemos 140
lecciones, cada una de las cuales contiene una oración dirigida al “Padre”.
En la
lección de hoy, Le pedimos al Padre que nos guíe. Pero en otro sitio, se define
ser Guía como la función del Espíritu Santo. Así que tengo la sensación de que
Jesús (el autor) no está preocupado por la estricta exactitud teológica. Pienso
que él es un buen ejemplo a seguir para nosotros. ¿Nos pediría que orásemos al
Padre si fuera una práctica espiritual sin importancia?
Si no
sacáramos nada más del Curso que la práctica de darle nuestra vida a Dios para
que Él nos dirija, estaríamos rápidamente de vuelta en el Hogar. Podemos
pedirle que reemplace nuestros pensamientos con los Suyos, y que durante el día
dirija todo lo que pensamos, todo lo que hacemos y decimos. Literalmente pensar
o actuar por nuestra propia cuenta es una pérdida de tiempo. Su sabiduría es infinita,
Su Amor y Su ternura están más allá de lo que podemos comprender. ¿Podemos
pedir un Guía más fiable?
El
primer paso para seguir la dirección de Dios es hacernos a un lado, soltar las riendas de nuestra vida y ponerlas
voluntariamente bajo Su control. Su dirección llegará. A veces, tal vez en muy
pocas ocasiones, oiremos una Voz interior. Por experiencia personal, esto es
muy raro. Otras veces, sucederán cosas a nuestro alrededor que nos mostrarán
muy claramente el camino. O una seguridad interior surgirá sin razón aparente.
Quizá como “por casualidad” nos daremos cuenta de algo que dice alguien, o una
canción en la radio, o una frase de un libro. Si estamos escuchando para oírle,
Le oiremos.
Otra
solución es entregarle nuestro día a Él “sin reserva alguna” (2:2), es decir,
sin quedarnos nada para solucionar por nuestra cuenta. A veces estamos tan
obsesionados con lo que pensamos que queremos o necesitamos, que no estamos
dispuestos a oír nada en contra de ello. Y si no estamos dispuestos a oír, no oiremos.
Somos como un carrito de la compra roto, que siempre tira para la izquierda o
para la derecha, no respondemos bien a la dirección. Tenemos que estar
dispuestos a renunciar a todas nuestras preferencias, a toda nuestra inversión
en un resultado determinado de antemano, y volvernos completamente dóciles,
completamente abiertos a cualquier dirección que Él quiera darnos. Como dice un
viejo cántico cristiano:
Hágase Tu Voluntad, Señor,
Hágase Tu Voluntad.
Tú eres el alfarero,
Yo soy la arcilla.
Moldéame y hazme,
Según Tu Voluntad,
Mientras espero,
Cediendo y en silencio.
Eso es
lo que significa hacernos a un lado. Así es como le damos nuestra vida a Dios
para que Él la guíe. Él nos guía. Nosotros Le seguimos, sin dudar.
martes, 20 de agosto de 2013
Leccion 232, Un Curso de Milagros
LECCIÓN 232
Permanece en mi mente todo el día, Padre mío.
1. Padre mío, permanece en mi mente desde el momento en que me despierte, y derrama Tu luz sobre mí todo el día. 2Que cada minuto sea una oportunidad más de estar Contigo. 3Y que no me olvide de darte las gracias cada hora por haber estado conmigo y porque siempre estás ahí presto a escucharme y a contestarme cuando te llamo. 4Y al llegar la noche, que todos mis pensamientos sigan siendo acerca de Ti y de Tu Amor. 5Y que duerma en la confianza de que estoy a salvo, seguro de Tu cuidado y felizmente consciente de que soy Tu Hijo.
2. Así es como debería ser cada día. 2Practica hoy el final del miedo. 3Ten fe en Aquel que es tu Padre. 4Deja todo en Sus Manos. 5Deja que Él te revele todo y no te desanimes, pues eres Su Hijo.
Comentario
Cuando
me despierto, Dios está en mi mente; Su Presencia está conmigo y en mi
consciencia. Su Amor, y el gozo y la paz de saber que Dios está conmigo, tienen
prioridad por encima de cualquier otra cosa. Surgen las molestias físicas y las
preocupaciones acerca de organizar el día, pero nada de esto desplaza a la paz
de Dios; es mi base, mis cimientos, y lo más importante. Es una consciencia
constante, como el sonido de fondo del aire acondicionado, siempre aquí, a
menudo sin notarse, pero listo para ser notado en cualquier momento en que Le
preste atención.
“Que
cada minuto sea una oportunidad más de estar Contigo” (1:2). ¡Éste es mi deseo!
Estar con Dios cada minuto del día. Me recuerda al Nuevo Testamento, Juan 15:
“Mora en mí, y yo en Ti”. O la expresión de esa misma idea del Antiguo
Testamento: “El Dios eterno es tu refugio, y debajo están los brazos eternos”
(Deut.33.27). Que hoy recuerde cada hora decir: “Gracias por estar conmigo hoy.
Gracias por estar siempre conmigo”.
Y al llegar la noche, que todos mis pensamientos sigan
siendo acerca de Ti y de Tu Amor. Y que duerma en la confianza de que estoy a
salvo, seguro de Tu cuidado y felizmente consciente de que soy Tu Hijo. (1:4-5)
Seguro
de estar a salvo. Por lo tanto, libre de todo miedo. La mayor parte de nuestra
vida está dirigida por miedos de varias clases, el miedo dirige al ego. La paz
es la ausencia de miedo. Y puesto que el miedo es la ausencia de amor, la paz y
el amor van siempre juntos. Cuando estoy amando, estoy en paz. Cuando estoy en
paz, estoy amando. Cuando estoy seguro de estar a salvo, conociendo la
Presencia de Dios conmigo en cada momento, estoy en paz y el amor fluye a
través de mí.
“Así es
como debería ser cada día” (2:1). Éste es el propósito de la vida en este
mundo: vivir cada día con Dios en mi mente. Despertar en Su Presencia, caminar
en Su Amor radiante, y dormir bajo Su cuidado y protección. Vivir de tal manera
que Su Presencia se convierta en lo primero de todo, y que la agitación y el
ruido de este mundo queden en segundo plano.
¿Cómo
es el día para alguien que ha aprendido lo que enseña el Curso? Sencillamente
esto: Practicar constantemente el final del miedo. Caminar con fe en Aquel Que
es mi Padre, confiándole a Él todas las cosas, y no desanimarme en nada porque
yo soy Su Hijo (párrafo 2).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)