Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 10 de
la Introducción al Quinto Repaso:
La
práctica del Libro de Ejercicios está pensada no sólo para producir un nuevo
sistema de pensamiento sino también una experiencia: “una experiencia que es
nueva para ti, aunque tan antigua como el tiempo e incluso aún más antigua”
(10:1). ¿Cómo puede ser una experiencia más antigua que el tiempo? ¿Cómo sino
siendo parte de la eternidad? “El instante santo se extiende hasta la eternidad
y hasta la Mente de Dios” (T.15.V.11:5). “El instante santo es una miniatura de
la eternidad” (T.17.IV.11:4). Estos momentos que pasamos en quietud con Dios
son oportunidades de salirnos del tiempo y entrar en la eternidad, lo que aquí
experimentamos es más antiguo que el tiempo, increíblemente antiguo y, sin
embargo, presente ahora mismo, siempre presente.
Estamos
sintiendo nuestro Ser. “Santificado sea tu nombre e inmaculada tu gloria para
siempre” (10:2-3). Esta palabras nos suenan (si tu formación es cristiana, en
todo caso) como si hablaran de Dios. Sin
embargo, hablan de ti y de mí. ¿Cómo
es sentir esa experiencia? ¿Cómo es conocerte a ti mismo como uno a los que
estas palabras pueden aplicarse, uno a quien se le han confiado los dones de
Dios? No creo que las palabras puedan expresarlo, aunque muchos lo han
intentado. Lo que se necesita es una experiencia; luego, las palabras sobran.
“Existe una clase de experiencia
tan diferente de todo lo que el ego pudiera ofrecerte que nunca más querrás
volver a encubrirla u ocultarla” (T.4.III.5:1). Eso es lo que buscamos en estos
momentos de quietud. No desesperadamente ni ansiosamente, no con preocupación o
miedo de que no nos venga, sino con paz, en silencio, con confianza. No podemos
obligarla a que suceda, únicamente podemos “dejar” que suceda. No buscamos
añadirnos nada a nosotros mismos, simplemente buscamos dejar de negar el Pensamiento de Dios, que es la
pura verdad acerca de lo que somos.
En este
momento podemos sentir que nuestra “plenitud ahora es total, tal como Dios lo
dispuso” (10:4). Una vez que has conocido tu propio estado de que nada te
falta, ¿por qué ibas a querer de nuevo taparlo o esconderlo? Únicamente la
mentira de que eres algo que no quieres conocer podría haberte convencido para
que lo escondieras. Fuera del instante santo, nuestro Ser está rodeado por un
anillo de miedo, tenemos miedo de acercarnos al Ser porque nos hemos engañado
al creer que lo que encontraremos es aterrador.
El
tiempo que parece ser necesario para encontrar el instante santo no se debe a
que sea misterioso y difícil de alcanzar, el tiempo es sólo la medida de
nuestro miedo a nuestro Ser. Es necesario este tiempo para acallar dulcemente
nuestros miedos, hasta que estemos listos para encontrar el Ser que está más
allá del tiempo, más antiguo que el tiempo, completo y que nada le falta tal
como Dios Lo creó. Este Ser es el Pensamiento de Dios. No somos conscientes de
nuestro Ser porque hemos negado este Pensamiento. Nuestra experiencia de nuestro
Ser es sólo el final de nuestra negación. El Ser no cambia, no viene y se va.
Simplemente es.
En este
Ser completamos Su extensión con la nuestra (10:5). La extensión creadora de
Dios se completa cuando nosotros, a nuestra vez, nos extendemos. El Amor que
nos creó ahora fluye a través de nosotros para darles alegría a otros. Estamos
practicando lo que siempre hemos conocido, lo conocíamos antes de que la verdad
original pareciera desaparecer dentro de la ilusión, y la conoceremos de nuevo.
En el instante santo la conocemos ya, ahora mismo. Y lo que conocemos es esto:
Se nos han confiado los regalos de Dios. Nuestro darlos completa Su dar. “Y le
recordamos al mundo que está libre de toda ilusión cada vez que decimos: Dios
es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.” (10:7-8).
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