Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 6 de la Introducción al Quinto Repaso:
En este
párrafo, Jesús habla en la primera persona: “Yo te acompaño en esta jornada”
(6:1). Un aspecto del Curso que parece recibir menos atención que muchas otras
es la presencia personal del autor en nuestras vidas. Sin duda, muchos de
nosotros,, sintiendo que nos hemos “escapado” de lo que nos parecía un fondo cristiano
lleno de prohibiciones, que daba mucha importancia a “un salvador personal” y
la adoración de Jesús como el único Hijo de Dios, nos sentimos incómodos con la
idea de tener a Jesús a nuestro lado al hacer este viaje. Se parece demasiado a
lo que dejamos atrás.
En la
Clarificación de Términos en el Manual para el Maestro, se nos recuerda que “se
han hecho amargos ídolos de aquel que sólo quiere ser un hermano para el mundo”
(C.5.5:7). Una relación que puede necesitar sanación es nuestra relación con
él, podemos traer muchas “ideas sombrías” del pasado que deforman la imagen que
tenemos de él. Aquí en el Manual, se nos pide: “Perdónale tus fantasías, y
comprende lo mucho que amarías a un hermano así” (C.5.5:8). Sin embargo, el
Curso trata este asunto con dulzura, como hace con todos estos asuntos. “Es
posible leer sus palabras y beneficiarse de ellas sin aceptarle en tu vida. Mas
él te ayudaría todavía más si compartieses con él tus penas y alegrías”
(C.5.6:6-7). Así que, si esta idea de tener una relación con él te produce
inquietud o incluso desagro, quédate en paz, es normal.
Jesús
se ofrece a compartir tus dudas y tus miedos para hacerse más cercano a
nosotros. Sabemos que él entiende por lo que estamos pasando porque él también
lo ha pasado antes. Aunque él ha llegado a un lugar donde la duda, la
inseguridad y el dolor no significan nada, él lo entiende cuando las sentimos.
No tenemos que sentir que nos estamos acercando a una figura lejana, elevada y
poderosa, que con un gesto de su mano quiere acallar nuestra inseguridad por
ser poco importante. Él ve lo que nosotros vemos. Él es consciente de todas las
ilusiones que nos causan terror, y la realidad que parecen tener para nosotros.
Pero él tiene en su mente “el camino que lo condujo a su propia liberación, y
que ahora te conducirá a ti a la tuya junto con él” (6:5). Él es como un
hermano mayor que ha terminado el viaje, pero que ahora ha regresado para
llevarnos al hogar con él. Él sabe que el Hijo de Dios no está completo hasta
que hayamos caminado el mismo camino que él. Él está con nosotros ahora,
mostrándonos el camino.
En mis
momentos de quietud hoy, que yo sea consciente de su presencia. Cuando entro en
la Presencia de Dios, que yo sea consciente de uno que está a mi lado, quizá
sujetando mi mano si me siento temeroso. Que yo esté deseoso de llevarle mi inseguridad
y dolor a él, para que yo pueda vencerlos. Tal como recibo la gracia de él
permitiéndome dejar a un lado mis miedos y dudas, que yo aprenda a dar tal como
recibo. Que yo salga de este instante con él para compartir con los que me
rodean lo que he recibido. Que actúe de representante de Dios en el mundo, para
perdonar los “pecados” de aquellos que me rodean, calme sus mentes, y les
ofrezca la paz que a mí se me ha dado.
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